La importancia de una sonrisa
Hay un hombre en mi ciudad, Torrejón de Ardoz, que sale a caminar todos los días, a caminar rápido, y según se cruza contigo te saluda muy directamente. Te saluda como si te conociera, con un gesto amable con la mano y una sonrisa muy directa.
Hay un hombre en mi ciudad, Torrejón de Ardoz, que sale a caminar todos los días, a caminar rápido (o correr lento, no sé), y según se cruza contigo te saluda muy directamente “Hola!”. Te saluda como si te conociera, con un gesto amable con la mano y una sonrisa muy directa. Musta se llama. Saluda a todo el mundo, absolutamente a todos con los que se cruza.
La primera vez pensé que se había confundido de persona. Las siguientes que me lo crucé me violentó, fíjate, por saludarme… “Está mal de la cabeza”, cuando un desconocido nos saluda con cara amable nos ponemos en alerta. Hasta que vi cómo saludaba a absolutamente todo el mundo, buscando su mirada, y cómo la gente dejaba lo que estuviera haciendo o mirando por saludarle… En fin, que yo a veces soy un poco gilipollas como todo el mundo y reacciono inconscientemente a cosas como una idiota, como todo el mundo.
También, fíjate, me violentaba cuando una madre daba de mamar delante de mí, me daba vergüenza… no sabía dónde mirar, y es que me di cuenta después, quizás cuando ya fui madre, que había visto a muy pocas mujeres en espacios públicos amamantar a sus bebés. Para mí era un hecho excepcional ver dar de mamar en público. Os hablo de hace unos 10-12 años. Y gracias a eso, me he dado cuenta de lo importante que es normalizar la situación para que haya menos vergüenza ajena y más empatía.
Musta ha sido pregonero de las fiestas, por ser famoso en Torrejón. Famoso por saludar a todo el mundo. No me voy a poner intensa con el efecto que tiene una sonrisa y esas cosas, pero lo pienso detenidamente y lo extraordinario de este tío era que saludaba y conseguía que la mayoría le devolviéramos el saludo. Qué pequeño y qué grande a la vez, ¿no te parece? Ahora si te lo cruzas, te preparas para intercambiar el saludo más alegre y sincero que tengas para ese día, como un pequeño chute de buen rollo.
Hay veces que sonrío a las madres que dan el pecho delante de mí. Las sonrío porque quiero que sientan mi agradecimiento por hacer público este acto de amor; y porque me encantaría acercarme a contarles lo que hago y a venderlas un sujetador, pero creo que eso sí las violentaría...
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